Los domingos, Dakar guarda silencio. El Plateau, su corazón inquieto, se vacía de trabajadores y motores, dejando tras de sí un silencio inquietante. Y de ese silencio, emergen ellos: los locos, los ciudadanos invisibles de las horas olvidadas de la ciudad. Habitan en rincones y cementerios, bajo los árboles, a la orilla de las calles, en los pequeños espacios donde los vivos rara vez se detienen. Sus vestimentas están hechas de lo que la ciudad desecha: bolsas de plástico convertidas en túnicas, botellas transformadas en adornos, los restos de un mundo que los ha dejado de lado.
Durante un año, recorrí este reino silencioso, buscando sus huellas, intentando acortar la distancia entre la locura y la razón. La mayoría permanecía en silencio, algunos eran defensivos, pero a veces, se abría una puerta — y a través de ella aparecían fragmentos de otro mundo: un mundo crudo, poético, lúcido en su delirio.
Esta serie es un homenaje a esos espíritus indómitos, guardianes de una verdad que nos negamos a enfrentar. En su soledad y su caos, en la extraña belleza de su desorden, reflejan nuestra propia humanidad fracturada — y nos recuerdan que quizás la línea entre la cordura y la locura es más delgada de lo que nos atrevemos a creer.
DOFF
2012